por Matías Barreto
Allí donde un sastre remendaría su tela, donde un calculista hábil corregiría sus errores,
Allí donde un sastre remendaría su tela, donde un calculista hábil corregiría sus errores,
donde el artista retocaría su obra maestra todavía imperfecta,
la naturaleza prefiere volver a empezar desde la arcilla, desde el caos,
y ese derroche es lo que llamamos el orden de las cosas.
Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano
Los hombres incesantemente se fabrican un paraguas que les resguarda,
en cuya parte inferior trazan un firmamento y escriben sus convenciones, sus opiniones;
pero el poeta, el artista, practica un corte en el paraguas, rasga el propio firmamento,
para dar entrada a un poco de caos libre y ventoso (...)
Lawrence, El caos en la poesía
El mundo, de un punto a otro, esta envuelto en las mismas imágenes, sonidos, informaciones, ritmos. El capitalismo, hoy, hace del mercado un lugar semiótico, es decir, el lugar en el que se encuentran signos y expectativas de sentido, deseos y proyecciones. El mercado construye y disemina (apoyado en la red y su velocidad) atractores de deseo a partir de la proyección de formas de vida.
Hacer clínica es posibilitar el advenimiento de lo nuevo. Para ello, son necesarios diagnósticos que hagan visibles las fuerzas que intervienen en el devenir: urge la necesidad de detectar las fuerzas que nos posibilitan el alejamiento de la subjetividad zombie fabricada por el capitalismo en su fase cognitiva.
Cuando señalamos, anteriormente, que por el espacio del laboratorio Datos pasaban los flujos del mundo, nos referíamos a que se hacían presente los elementos que componen a la subjetividad zombie contemporánea y los elementos de la “ideología felicista” que intentan refrenar las potencias de acción de las personas; sin embargo, estos flujos eran invocados para establecer un combate cuerpo a cuerpo. El laboratorio es lo que permite recomponer, filtrar, experimentar; o, en otras palabras, separar aquellos elementos que constituyen la subjetividad de comunidades zombies (sometidas al poder) de los elementos que pueden dar lucha, combate y, sobre todo, activar las potencias de construcción de otros mundos posibles. Por esta razón hablamos de inestetica, puesto que la estética es una reducción hegeliana, de las sensaciones experimentadas por los cuerpo, al pensamiento. La inestetica del laboratorio nos sumerge en el devenir mismo: en el caos, en un mar de indistinciones.
Los diagnósticos, en un contexto de experimentación, no son posibles en soledad ni desde una sola perspectiva. Aquí se hace necesaria la investigación exradisciplinaria con su nomadismo declarado: es necesario salirse, por ejemplo, de las artes e ir a las matemáticas para preguntarse ¿Qué pueden darle las matemáticas a las artes? Las colaboraciones extradisciplinarias exploran modos de solidaridad que llevan a las ganancias infinitas. Este tipo de investigación, sin duda, puede complementarse con lo que Helga Nowotny llama “investigación en modo 2”, refiriendo a los problemas que se formulan “desde el principio en el contexto de un dialogo entre numerosos actores con sus perspectivas”, donde la resolución del problema depende la conversación entre varios interesados. De esta manera, el laboratorio no debe ser imaginado como un gueto, sino como un “foro o plataforma” para el intercambio de conocimientos a través de actores y poblaciones heterogéneas (Nowotny, 2006).
Construir, colectivamente, diagnósticos del presente nos ayudan a intervenir sobre las fuerzas que imposibilitan y posibilitan acciones. Detrás de toda intervención que merezca dicho nombre, subyace la pregunta spinoziana “¿Qué es lo que puede un cuerpo?”
Pero, no solo se trata de construir diagnósticos, sino de hacer unas memorias de las practicas que puedan ser compartidas; unas memorias que hablen de los éxitos, las invenciones, los fracasos, los deseos de los grupos (Vercauteren, Crabbé, Müller: 2010).
Si los Sex Pistols cantaban “No future” y los Redondos que “el futuro llego hace rato”, nosotros elegimos soltar el tiempo (abandonar las categorías de pasado/presente/futuro -devenir intempestivos) y hacer diagnósticos para intervenir sobre el devenir, para posibilitar la construcción de otros territorios subjetivos.
Apenas hace falta un movimiento para agrietar la porcelana. Aquí estamos: sobre el vacío, sobre una grieta, nadando en la experiencia disolutoria del caos. De allí los artistas, científicos, filósofos y bárbaros, tomamos en nuestras manos, por un instante, un poquito de él para modelarlo y traer algo nuevo al mundo.